Reseña:
¿Están los estudiantes bien preparados?
La
presente reseña está basada en el artículo de la filósofa y profesora de
universidad Marina Garcés, cuyas palabras se publicaron en el periódico “El
país” el 4 de julio de 2014.
Antes
de comenzar con la reseña, destacar que el texto a tratar presenta una clara
estructura en la que distinguimos una introducción, desarrollo y desenlace.
También podemos afirmar que se trata de un texto analítico, ya que presenta su
tesis al principio, siendo ésta: “La universidad tiene que ser una apuesta
radical por la cultura y la igualdad social”. En lo que se refiere al tema del
texto, podemos afirmar que sería el siguiente: El masivo conocimiento con el
que hoy en día contamos, así como el no relacionarlo con la práctica y la vida
real, hace que éste quede relegado a simple conocimiento teórico, dando lugar
así a la creación de un alumnado dependiente de enseñanza memorística y bien
acotada.
Antes de
entrar a las universidades, el alumnado ha tenido que pasar por una minuciosa
preparación, la cual brinda el acceso a estos estudios superiores, preparación que
ha ido sufriendo cambios a lo largo de los años, hasta desembocar en nuestros
días con la prueba el alumnado más utiliza para su ingreso en una carrera
determinada: Selectividad, pero, esta retahíla de memorizado conocimiento no
garantiza “adquirir autonomía y criterio propio para desenvolverse en el propio
tiempo” lo cual es entendido por la autora como una buena preparación, dando
lugar a una persona culta.
¿Cómo se
crean las personas cultas? Pues bien, Garcés, considera que lo principal es
tener deseo de aprender, y aprender con un fin, con objetivo, aprender “para
algo”, estando este aprendizaje no sólo en las aulas, sino en nuestro día a
día, en todas las situaciones que nos rodean, para de este modo, adquirir la
satisfacción que sólo el saber nos brinda. Pero, este conocimiento real no es
exactamente el que se imparte en las universidades, quedando patente en la
sociedad española, la cual, estando altamente cualificada, con un altísimo
nivel de personas universitarias, no está considerada como la panacea de las
sociedades cultas e inteligentes.
La
experiencia de este artículo la pone la filósofa al hablar sobre su actividad docente
en la universidad, en la que expone el caso de un alumnado con los conocimientos
teóricos apropiados pero con mucho que aprender en cuanto a la práctica se
refiere, es decir, al hecho de pensar por ellos mismos, de actuar y de
equivocarse, de experimentar las repercusiones en la vida de este conocimiento,
ya que con la instrucción directa estamos creando una especie de robots
humanos, es decir, buenos ejecutores y aprendices pero incapaces de pensar por
ellos mismos, de relacionarse con su entorno y de salirse del guion
establecido.
Todo esto no
nos debe pillar de sorpresa, Rousseau ya sostenía que la falsa pompa del saber
escondía corazones cada vez más débiles, o Diderot y D’Alembert que el peligro
de indigestión y de inutilidad que amenazaba a sabios y científicos de su
propio tiempo si no aguzaban el sentido crítico. Y es que, lo que nos ha
pasado, es que hay tanta información a nuestra disposición y tanto conocimiento
que nos desbordamos ya que no sabemos cómo atenderlos para que nos sean útiles.
En cuanto a
las causas de lo expuesto, se defienden tres procesos: El exponencial
crecimiento de la información, la segmentación de disciplinas y públicos a los que van dirigidos
los conocimientos y la estandarización de los procedimientos y de sus
resultados. Es decir, se aboga mucho por la variedad pero al final los méritos,
ayudas y el reconocimiento social que a ello envuelve siempre termina en manos
de quien hace lo mismo, es decir, de quien sigue un determinado patrón.
El artículo
concluye con toque de atención al profesorado universitario, al cual se le pide
que formen a sus alumnos nos sólo en los conocimientos pertinentes de la
materia, que no se conformen con impartir teoría, sino crucen la línea de la
realidad y que hagan de sus actuaciones
un aprendizaje significativo, basado en la experiencia y en el uso de los
saberes para desenvolverse de manera adecuada en la sociedad que nos ha tocado
vivir, lo cual es el fin último de la educación.
Opinión
personal.
A
lo largo de la historia, quien más conocimiento era capaz de retener era
premiado y reconocido socialmente, siendo en muchas ocasiones instructor de
masas. Esta concepción no está mal vista para aquella época, en la cual las
personas se relacionaban y adquirían los saberes que la vida les iba brindando,
ya que todos no recibían una educación en un determinado centro.
Hoy
en día han cambiado mucho las cosas en este aspecto, ya que en la sociedad
actual, llamada también 2.0 o de la información, quien necesite un saber
determinado está a un solo “click” de él. Es más, ya contamos en las aulas con
los primeros alumnos nativos digitales, y esto, irremediablemente tiene que ser
tratado de manera diferente.
Es
por la nueva forma que tiene el saber de irrumpir en nuestra sociedad, que
debemos tratarlo de manera específica, primando ya no la memorización y la
adquisición de conocimiento (que no deja de ser importante), sino que, como
defiende el artículo hemos de introducir las pautas necesarias para utilizar
correctamente ese saber y potenciar tanto la autonomía de nuestro alumnado así
como el desenvolverse adecuadamente en la sociedad que lo rodea, ya que, la
actual sociedad está creando cada vez más personas que no son capaces de
relacionarse si no hay una pantalla de por medio o si una determinada página
web no le dice las pautas a seguir en una cita…¡Por Dios! Y es que la fuerza de
las nuevas tecnologías es arrolladora, por ello, debemos tratar de enseñar a
los alumnos la mejor forma utilizar todo el conocimiento que día a día
adquieren para lo que es la vida en realidad: vivir en sociedad y todo lo que
ello conlleva, ser capaces de mantener formalmente una conversación sobre un
tema determinado, mostrar interés por el mundo que nos rodea y un sinfín de
cosas que gracias a una buena base cultural y cognitiva nos harán disfrutar de
los placeres que la vida codifica y muestra solo a aquellos que estén
interesados en descubrirlos.
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