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lunes, 7 de julio de 2014

Reseña: ¿Están los estudiantes bien preparados?



Reseña: ¿Están los estudiantes bien preparados?

La presente reseña está basada en el artículo de la filósofa y profesora de universidad Marina Garcés, cuyas palabras se publicaron en el periódico “El país” el 4 de julio de 2014.

Antes de comenzar con la reseña, destacar que el texto a tratar presenta una clara estructura en la que distinguimos una introducción, desarrollo y desenlace. También podemos afirmar que se trata de un texto analítico, ya que presenta su tesis al principio, siendo ésta: “La universidad tiene que ser una apuesta radical por la cultura y la igualdad social”. En lo que se refiere al tema del texto, podemos afirmar que sería el siguiente: El masivo conocimiento con el que hoy en día contamos, así como el no relacionarlo con la práctica y la vida real, hace que éste quede relegado a simple conocimiento teórico, dando lugar así a la creación de un alumnado dependiente de enseñanza memorística y bien acotada.

Antes de entrar a las universidades, el alumnado ha tenido que pasar por una minuciosa preparación, la cual brinda el acceso a estos estudios superiores, preparación que ha ido sufriendo cambios a lo largo de los años, hasta desembocar en nuestros días con la prueba el alumnado más utiliza para su ingreso en una carrera determinada: Selectividad, pero, esta retahíla de memorizado conocimiento no garantiza “adquirir autonomía y criterio propio para desenvolverse en el propio tiempo” lo cual es entendido por la autora como una buena preparación, dando lugar a una persona culta.

¿Cómo se crean las personas cultas? Pues bien, Garcés, considera que lo principal es tener deseo de aprender, y aprender con un fin, con objetivo, aprender “para algo”, estando este aprendizaje no sólo en las aulas, sino en nuestro día a día, en todas las situaciones que nos rodean, para de este modo, adquirir la satisfacción que sólo el saber nos brinda. Pero, este conocimiento real no es exactamente el que se imparte en las universidades, quedando patente en la sociedad española, la cual, estando altamente cualificada, con un altísimo nivel de personas universitarias, no está considerada como la panacea de las sociedades cultas e inteligentes.

La experiencia de este artículo la pone la filósofa al hablar sobre su actividad docente en la universidad, en la que expone el caso de un alumnado con los conocimientos teóricos apropiados pero con mucho que aprender en cuanto a la práctica se refiere, es decir, al hecho de pensar por ellos mismos, de actuar y de equivocarse, de experimentar las repercusiones en la vida de este conocimiento, ya que con la instrucción directa estamos creando una especie de robots humanos, es decir, buenos ejecutores y aprendices pero incapaces de pensar por ellos mismos, de relacionarse con su entorno y de salirse del guion establecido.

Todo esto no nos debe pillar de sorpresa, Rousseau ya sostenía que la falsa pompa del saber escondía corazones cada vez más débiles, o Diderot y D’Alembert que el peligro de indigestión y de inutilidad que amenazaba a sabios y científicos de su propio tiempo si no aguzaban el sentido crítico. Y es que, lo que nos ha pasado, es que hay tanta información a nuestra disposición y tanto conocimiento que nos desbordamos ya que no sabemos cómo atenderlos para que nos sean útiles.

En cuanto a las causas de lo expuesto, se defienden tres procesos: El exponencial crecimiento de la información, la segmentación  de disciplinas y públicos a los que van dirigidos los conocimientos y la estandarización de los procedimientos y de sus resultados. Es decir, se aboga mucho por la variedad pero al final los méritos, ayudas y el reconocimiento social que a ello envuelve siempre termina en manos de quien hace lo mismo, es decir, de quien sigue un determinado patrón.

El artículo concluye con toque de atención al profesorado universitario, al cual se le pide que formen a sus alumnos nos sólo en los conocimientos pertinentes de la materia, que no se conformen con impartir teoría, sino crucen la línea de la realidad y  que hagan de sus actuaciones un aprendizaje significativo, basado en la experiencia y en el uso de los saberes para desenvolverse de manera adecuada en la sociedad que nos ha tocado vivir, lo cual es el fin último de la educación.

Opinión personal.
A lo largo de la historia, quien más conocimiento era capaz de retener era premiado y reconocido socialmente, siendo en muchas ocasiones instructor de masas. Esta concepción no está mal vista para aquella época, en la cual las personas se relacionaban y adquirían los saberes que la vida les iba brindando, ya que todos no recibían una educación en un determinado centro.

Hoy en día han cambiado mucho las cosas en este aspecto, ya que en la sociedad actual, llamada también 2.0 o de la información, quien necesite un saber determinado está a un solo “click” de él. Es más, ya contamos en las aulas con los primeros alumnos nativos digitales, y esto, irremediablemente tiene que ser tratado de manera diferente.

Es por la nueva forma que tiene el saber de irrumpir en nuestra sociedad, que debemos tratarlo de manera específica, primando ya no la memorización y la adquisición de conocimiento (que no deja de ser importante), sino que, como defiende el artículo hemos de introducir las pautas necesarias para utilizar correctamente ese saber y potenciar tanto la autonomía de nuestro alumnado así como el desenvolverse adecuadamente en la sociedad que lo rodea, ya que, la actual sociedad está creando cada vez más personas que no son capaces de relacionarse si no hay una pantalla de por medio o si una determinada página web no le dice las pautas a seguir en una cita…¡Por Dios! Y es que la fuerza de las nuevas tecnologías es arrolladora, por ello, debemos tratar de enseñar a los alumnos la mejor forma utilizar todo el conocimiento que día a día adquieren para lo que es la vida en realidad: vivir en sociedad y todo lo que ello conlleva, ser capaces de mantener formalmente una conversación sobre un tema determinado, mostrar interés por el mundo que nos rodea y un sinfín de cosas que gracias a una buena base cultural y cognitiva nos harán disfrutar de los placeres que la vida codifica y muestra solo a aquellos que estén interesados en descubrirlos.

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