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lunes, 7 de julio de 2014

Para qué enseñar literatura

Para qué enseñar literatura


 El objetivo de la educación literaria es en primer lugar, la de contribuir a la formación de la persona. La literatura ofrece, pues, unas cualidades formativas que permiten afirmar que el objetivo de la educación literaria es, en primer lugar, el de contribuir a la formación de la persona. Si durante mucho tiempo se ha arrastrado la idea devaluada de que la enseñanza de la literatura consistía en estudiar unas obras y unos autores sin darle importancia a la capacidad interpretativa de las personas.  
En ese patrimonio de textos recibe el nombre de imaginario colectivo”, un término utilizado para describir el inmenso repertorio de imágenes simbólicas que aparecen ya en el folclore y que perviven y se renuevan en la literatura de todas las épocas. Se trata de imágenes, símbolos y mitos que los humanos utilizan como fórmulas tipificadas para comprender el mundo y las relaciones sociales y con los que dan forma a sus sueños, encarrilan sus pulsiones o adoptan diferentes perspectivas sobre la realidad. La cualidad colectiva de ese imaginario refuerza la representación social de una cultura, lo que contribuye a su cohesión.
El patrimonio literario se constituye así como un conjunto de textos, estructuras poéticas y narrativas, símbolos, formas de enunciación, prototipos de conducta, etc., que testimonian las tensiones y avances del pensamiento humano expresado a través del arte a lo largo de los tiempos y que ofrecen a las nuevas generaciones la posibilidad de incorporarse a un fórum permanente de voces que amplían su capacidad de comprensión y disfrute de la vida.
Puesto que forma parte del oficio de la literatura el hecho de explorar  la construcción del discurso, el análisis de los textos literarios supone un potente instrumento para no quedar a merced de los discursos ajenos y poder construir los propios. La educación literaria no es, pues, un “lujo” escolar de acceso al ocio, sino que revierte en la capacidad de comprensión y expresión de todo tipo de discursos y no puede quedar marginada por objetivos “más urgentes” en la planificación de la enseñanza lingüística.
Lo verdaderamente urgente es rescatar a la literatura esos antiguos modelos didácticos . La literatura ofrece modelos de lengua y discurso, genera un sistema de referentes compartidos que constituye una comunidad cultural a través del imaginario colectivo y es un instrumento de inserción del individuo en la cultura.
Entender la educación literaria como un aprendizaje de interpretación de los textos renueva su enseñanza en las aulas. Supone, en primer lugar, admitir que se necesitan dos líneas de fuerza paralelas para que se produzca el aprendizaje: la adhesión afectiva a través de la autopercepción de uno mismo como perteneciente a esa comunidad interpretativa, y el aprendizaje de las convenciones que rigen las formas literarias de forma que se pueda revelar el máximo de sentido. Ambas líneas no se pueden divorciar; es decir, que no se trata de disfrutar en primaria y aprender literatura en secundaria.
En segundo lugar, conlleva una práctica educativa que se desarrolla a través de otras dos líneas de fuerza: la recepción oral o la lectura directa de los textos por parte de los aprendices y las formas guiadas para enseñar la manera de construir sentidos cada vez más complejos.
Sin duda, ambos tipos de actividades han estado presentes a lo largo del tiempo, pero han mantenido relaciones difíciles y variables en la sucesión de los distintos modelos de enseñanza literaria. Así, por ejemplo, en los últimos tiempos, la gran extensión de la llamada “animación a la lectura” ha primado el acceso a los textos –en el mejor de los casos–, pero no ha incidido en el apoyo a los lectores en su esfuerzo interpretativo. Por contra, el que un número importante de adolescentes confiese no haber leído un libro entero en toda su vida, incluso cuando se hallan en un contexto favorable a ello, muestra que la escuela actual puede continuar desentendiéndose aún de la construcción de hábitos lectores.

FUENTE: Lectura y bibliotecas escolares, serie Cultura escrita, colección Metas educativas 2021. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Madrid, 2011.

Coordinadores de la edición: Inés Miret y Cristina Armendano.

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