En este interesantísimo artículo, Antonio Rodríguez expone su opinión acerca del uso de los cuentos propios de la época del folklore en la sociedad actual.
Para comenzar, nos habla de la globalización y el peligro que supone para que algunas características culturales se vean desplazadas o incluso desaparezcan. Contra este proceso surgen movimientos y acciones culturales que pretenden proteger el producto autóctono; es decir, se quiere recuperar y dignificar el producto propio sobre el resto. Se habla de un estado de amor al pasado y de temor al futuro como queriendo dejar de evolucionar y existir tal y como somos hoy en día.
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Antonio Rodríguez Almodóvar |
El autor defiende el restaurar y reutilizar los materiales folklóricos que tan populares fueron en épocas pasadas, como pueden ser: las nanas, los cuentos, las retahílas, canciones, adivinanzas, etc. Al mismo tiempo, comenta que uno de los problemas con que carga el “folklore” es su denotación negativa al asociarla al franquismo. Más tarde, Antonio habla de su experiencia con los cuentos, ya que sabe que no es imposible recuperar y hacer revivir ese movimiento y que la solución está en buscarle nuevas funciones y nuevos ámbitos (como la escuela, la televisión y la radio).
Los cuentos nacieron como un movimiento popular que trataba de, mediante la tradición oral, servir como forma de socialización y de evasión de las gentes menos privilegiadas en unos tiempos muy difíciles. Trataban problemáticas sociales, culturales y políticas de la época y, ya en aquel entonces, fueron rechazadas por los altos estamentos y la recién surgida burguesía por tratarse de historias que se consideraban vulgares y groseras. Ese pensamiento ha seguido manteniéndose con el tiempo, y hoy día se ha encrudecido aún más, debido a la actual obsesión por lo “políticamente correcto”.
Ya en tiempos de los hermanos Grimm, se juzgaron los cuentos por sus contenidos violentos y transgresores, lo que provocó que ellos mismos tuvieran que lanzar una segunda edición de su libro de cuentos modificando las historias para que encajaran en esa mentalidad conservadora. También en España, durante la época franquista, estuvieron prohibidos en los colegios por congregaciones religiosas y pedagogos reaccionarios que pensaban que eran groseros y vulgares.
Para finalizar el artículo, el autor remarca que, los niños de ahora, aceptan y disfrutan con aquellas historias (tal y como ya sucedió en otras épocas) y que esto podría ser una marca significativa y esperanzadora para el cuento del folklore.
¿Y vosotros qué decís? ¿Apoyáis los cuentos populares tal y como se concibieron o preferís versiones edulcoradas y más apropiadas para los niños?
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